Preparación de la invernada.
En apicultura Medioambiental, una de las cosas que hemos aprendido es que la colonia no es un ente estable, la población aumenta y disminuye en función del néctar que encontrarán en los campos del alrededor.
Es completamente natural que la población descienda en estaciones en la que no hacen falta tantos individuos. A principios de la primavera, tras el paso de la invernada la puesta necesita algo menos de atención porque la climatología permite que la temperatura del nido de cría sea más fácil de mantener.
Paralelamente en el campo las flores ya han empezado a ofrecer néctar fresco, azúcares que las abejas aprovecharán y aportarán a la colonia, una colonia de abejas bien alimentada activa casi sin querer las glándulas hipofaríngeas que son las responsables de la producción de jalea real, es la sustancia de la que se alimenta la reina.
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En una dieta normal, la cantidad de puesta que puede ofrecer la abeja ponedora es muy limitada, pero cuando aparece en la colonia toda esa cantidad de néctar nuevo y las abejas obreras activan esta función, el flujo de jalea real se dispara, lo más inmediato es ofrecérsela a la reina que en condiciones normales, actuará como un resorte, activando una puesta exponencialmente mayor a los nuevos nacimientos, ya que al nacer, las abejas tienen las glándulas hipofaríngeas especialmente productivas, en pocas semanas la colonia ha crecido espectacularmente.
Es un mecanismo que llevan milenios ejecutando a la perfección, las abejas aprovechan las temporadas de floración que por lo general y de forma natural, duran muy pocas semanas, el acopio de estos néctares, su deshidratación y almacenamiento debe permitirles dar el siguiente salto a una nueva floración en la que el proceso se replica.
De igual forma, cuando la afluencia de néctares disminuye, se frena la producción de la jalea real y los nacimientos descienden rápidamente, ya no hace falta hacer este sobre esfuerzo biológico, y todo vuelve a una posición de latencia. El verano, es buen momento para quedarse en casa limpiando concienzudamente los panales revisando todas y cada una de las celdas, retirando todo lo que le puede ser útil a la polilla de la cera para hacerse fuerte dentro de la colmena.
Las floraciones de otoño, con unos néctares más contundentes activan la segunda oleada de puesta en la colmena, en la que el proceso se repite, pero con la diferencia de que esta vez, se requiere un acopio mayor en cantidad y calidad, el invierno es una dura prueba a superar porque la única fuente de calor que tendrán en esta estación será su propia combustión celular, y eso requiere el consumo continuado de los alimentos que se acopiaron en otoño.
Cualquier factor en el ahorro de recursos es importantísimo, el habitáculo no es una cuestión menor, un espacio demasiado grande motivará un excesivo consumo de miel y recursos, una colmena húmeda en condiciones de poca movilidad invernal será fuente de enfermedades, somos los responsables de que nuestras abejas tengan las mejores armas posibles para afrontar con éxito el invierno.
Seguimos!!