¡Seguimos!

Termino cada entrada en este blog así deliberadamente, casi como una coletilla, como una seña de identidad.

En este otoño cobra un nuevo y más amplio sentido. Lo digo porque desde que mi padre nos dejó en 2015, el plural, era solo mayestático. Sinceramente, no sé de dónde he sacado las fuerzas para seguir en solitario un proyecto que ha consumido, en ocasiones, toda mi fuerza de voluntad, las ganas de seguir intentándolo.

Ha sido una travesía en el desierto que he tenido que transitar, con todo el apoyo de los míos sí, pero ha representado un “bardo” necesario, creo yo. Yo debía de cambiar una mentalidad estancada entre la autocompasión y el desamparo en el que me encontraba, sin guía, casi sin identidad, inseguro y vacilante.

Muchas han sido las personas, especialmente mis más allegados, los que nunca me han abandonado a mi suerte. A este grupo se han ido uniendo desconocidos afortunados que en momentos cruciales y al punto de desfallecer, han aportado en mí, cada cual a su manera eso que alguien como yo necesitaba, verdaderos ángeles todos, que me han llevado en volandas durante las peores crisis.

Realmente han sido ellas, las abejas, las que me han obligado a seguir. Regularmente tenía que atenderlas. Dicen en psicología que cuando todo está realmente perdido, es cuando se pierde el “para qué”, lo veo también en ellas mismas, en las abejas cuando pierden objetivos.

Pero cada año, pocos o muchos hay nuevos enjambres, nuevas oportunidades. Cada año se renueva la vida y aporta ese punto de esperanza sana y real que puedes tocar y sentir. El año se vuelve duro, inhóspito y seco. Te obliga a apretar los dientes, pero siempre hay una nueva primavera, por corta que esta sea.

Como decía al principio, he dejado de hablar en singular de nuevo, gracias al nuevo local que, en principio hemos alquilado. Nunca me han abandonado, lo sé, siempre han estado allí, pero ahora, pasado ya casi un año es una realidad palpable, ¡No estoy solo!

Hay diálogo en vez de monólogo estéril en el diario de los planes. Hay proyectos nuevos de verdad, hay un dejar hacer, un nuevo impulso de experimentación que quedó adormecido.

Hay un nuevo espacio de trabajo, una armonía en los quehaceres, la espera ha merecido muchísimo la pena y los resultados están a la vista. Mi mayor reto personal, llegados al punto en que yo mismo me convertía en el lastre para el desarrollo y expansión de ni propósito, era encontrar compañeros de fatigas. ¿Cómo podía atreverme yo, a pedirle a nadie que se embarcase en un cometido que tenía un futuro incierto?

Solo ahora, con estos nuevos aires, puedo afirmar con rotundidad que vamos a tener éxito. La suma de esfuerzos siempre es mucho más que los esfuerzos independientes de cada uno de los integrantes.

Ahora más que nunca…

¡¡¡SEGUIMOS!!!

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